"La investigación debe apropiarse pormenori zadamente de su objeto, analizar las distintas formas de desarrollo y rastrear su nexo inter no. Tan solo después de consu mada esa labor, puede exponer se adecuadamente el movimiento real." (Karl Marx. Epílogo a la segunda edición de El Capi tal)
Durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el capitalis mo adquirió unos perfiles sensiblemente diferen tes a los que había tenido no sólo en la época de Marx, sino también en la preguerra. Los cambios que había experimen tado el sistema exigían un análisis global de la forma concreta que había adquirido el modo de producción capitalista, pero la parálisis de la teoría provocada por el estalinismo y los errores en que había incurrido el marxis mo occidental impedían tal tarea.
La recuperación del método de Marx
Los cambios producidos en el capitalismo posterior a la Segunda Mundial no deberían haber sido un obstáculo insal vable para el marxismo, pues este disponía del método y del ar senal teórico suficientes para comprenderlos. Sin embar go, en la práctica, el marxismo no estaba en buenas con dicio nes para realizar tal tarea. Por un lado, desde los años treinta del presente siglo, había sido hegemoni za do por el llamado «marxismo soviético», la variante dogmática y apologética del mismo construida por el estalinismo. Por otro, también desde los años treinta, el eje fundamental del análisis marxista se había desplazado desde la economía política a la filosofía. Finalmente, la economía política marxista se había ido separando del método de Marx antes incluso de que sobrevinie ra la hegemonía del estalinismo. El resultado fué que el marxismo, en general, y la economía política marxista, en particular, se habían escleroti za do, mostran dose incapaces de comprender en su totalidad la forma que estaba adquirien do el capitalismo en la segunda mitad del siglo XX.
Los cambios producidos en el capitalismo posterior a la Segunda Mundial no deberían haber sido un obstáculo insal vable para el marxismo, pues este disponía del método y del ar senal teórico suficientes para comprenderlos. Sin embar go, en la práctica, el marxismo no estaba en buenas con dicio nes para realizar tal tarea. Por un lado, desde los años treinta del presente siglo, había sido hegemoni za do por el llamado «marxismo soviético», la variante dogmática y apologética del mismo construida por el estalinismo. Por otro, también desde los años treinta, el eje fundamental del análisis marxista se había desplazado desde la economía política a la filosofía. Finalmente, la economía política marxista se había ido separando del método de Marx antes incluso de que sobrevinie ra la hegemonía del estalinismo. El resultado fué que el marxismo, en general, y la economía política marxista, en particular, se habían escleroti za do, mostran dose incapaces de comprender en su totalidad la forma que estaba adquirien do el capitalismo en la segunda mitad del siglo XX.
En esta brecha abierta entre los origenes del marxismo y su evolución posterior, Ernest Mandel levantó un puente que conectó con el marximo clásico, colocando a la economía en el centro del análisis y recuperando el método y las categorías fun damentales de la economía política de Marx para explicar la evolución y situación del capitalismo. Ello le permitió sen tar las bases para analizar la forma concreta que había adquirido el sistema después de la Segunda Guerra Mundial.
El marxismo abierto
El marxismo no es un sistema inmutable y dogmático, sino que aprende de la práctica, se ve influido por ella y está en continuo desarrollo. Es el producto de una síntesis múltiple que es necesario realizar en cada momento del tiempo.
En primer lugar, es una síntesis de las principales ciencias sociales. Marx y Engels le concibieron como una síntesis de la filosofía alemana, la economía política inglesa y la política francesa pero, como todo cuerpo no dogmatico y en desarrollo, debe incorporar continuamente los avances de todas las ciencias sociales que puedan contribuir a conocer el mundo y transformarlo para liberar a la humanidad de la explotación y la opresión.
En segundo lugar, es una síntesis de los principales proyectos emancipa dores existentes. Marx y Engels le deben mucho al socialismo utópico que encontraron en su época, pero lo superaron con el socialismo científico. En cada época histórica hay que hacer lo mismo, porque el marxismo no tiene el monopolio de la emancipación ni de la crítica. La dominación sexual, la crisis ecológica o la liberación nacional, por ejemplo, temas que han sido insuficientemente tratados por el marxismo, deben tener cabida en él. Debe integrar todas las aportaciones emancipadoras existentes en un diálogo constante en el que debe haber una influencia en las dos direcciones. En definitiva, el marxismo es un punto de encuentro y no un sistema acabado.
El marxismo no es un sistema inmutable y dogmático, sino que aprende de la práctica, se ve influido por ella y está en continuo desarrollo. Es el producto de una síntesis múltiple que es necesario realizar en cada momento del tiempo.
En primer lugar, es una síntesis de las principales ciencias sociales. Marx y Engels le concibieron como una síntesis de la filosofía alemana, la economía política inglesa y la política francesa pero, como todo cuerpo no dogmatico y en desarrollo, debe incorporar continuamente los avances de todas las ciencias sociales que puedan contribuir a conocer el mundo y transformarlo para liberar a la humanidad de la explotación y la opresión.
En segundo lugar, es una síntesis de los principales proyectos emancipa dores existentes. Marx y Engels le deben mucho al socialismo utópico que encontraron en su época, pero lo superaron con el socialismo científico. En cada época histórica hay que hacer lo mismo, porque el marxismo no tiene el monopolio de la emancipación ni de la crítica. La dominación sexual, la crisis ecológica o la liberación nacional, por ejemplo, temas que han sido insuficientemente tratados por el marxismo, deben tener cabida en él. Debe integrar todas las aportaciones emancipadoras existentes en un diálogo constante en el que debe haber una influencia en las dos direcciones. En definitiva, el marxismo es un punto de encuentro y no un sistema acabado.
Finalmente, es una síntesis de los movimientos emancipa torios realmente existentes en cada momento del tiempo. Marx y Engels partieron del movimiento obrero que existía en su época, lucharon por su auto organización, su independencia de la burguesía y por dotarle de un programa revoluciona rio y aprendieron de sus experiencias. En un mundo más complejo, como es el del capitalismo de la segunda mitad del siglo XX, no es posible ahorrarse esa tarea. El marxismo debe aprender de la experiencia y preocupaciones de los diferentes movimientos sociales, no sólo del movimiento obrero, y someter sus propuestas al veredicto de la práctica.
Con esta triple síntesis, Marx y Engel edificaron un sistema que, conservando sus características fundamentales, debería evolucionar a lo largo del tiempo conforme lo hiciera el sistema social que se trataba de analizar y combatir. El marxismo debería tener siempre presente el carácter histórico de la sociedad capitalista y la concreción de las leyes de su movimiento. En definitiva, la búsqueda de fórmulas mágicas que lo explicaran todo es ajena al marxismo y nada ahorra el análisis de la realidad en cada momento histórico.
Sin embargo, esta concepción del marxismo como un sistema abierto se vio truncada a partir de la década de 1930 como consecuencia de la hegemonía del llamado «marxismo soviético». Durante casi seis décadas, esta variante dogmática y apologética asentada en el estalinismo ha sido la doctrina oficial de los países del llamado «socialismo real» y ha dominado casi por completo a los partidos comunistas de los países occidentales. El resultado ha sido una parálisis de la teoría y una separación creciente de esta respecto a la práctica.
El marxismo descuidó su tronco económico y se desplegó por los ventanales filosóficos que abría el conocido párrafo del prefacio de la Crítica de la economía política:
«En la producción real de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se eleva la superestructura jurídica y política y a la que le corresponden formas sociales determinadas de conciencia. (...) Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución social»
«En la producción real de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se eleva la superestructura jurídica y política y a la que le corresponden formas sociales determinadas de conciencia. (...) Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productoras de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución social»
De este modo, estructura económica, superestructura, modo de producción, etc y las relaciones entre todos estos conceptos se convirtieron en fundamentales. Incluso cuan do aparecía alguna disidencia, como en el caso de Althuser, aunque no fue el único, se situaba en este terreno. Pero este enfoque no servía para analizar la realidad del capitalismo que había delante, sino para desarrollar una cultura y un pensamiento marxista cada vez mas alejados de las necesidades de la lucha de clases. A lo sumo servía para dar satisfacción moral a la izquierda, por las potencialidades que el marxismo aportaba, y para reconfortarse con la idea de que el socialismo era inevitable. En los países imperialistas, el desarrollo del Estado del Bienestar restaba urgencia a la lucha anticapitalista, tanto más cuanto que el fin del sistema, teórica e históricamente, estaba garantizado.
La economía marxista ocupó siempre un papel subordinado en esta concepción del marxismo. La teoría del valor y la explotación se convirtieron en dogmas de vigencia universal, pero en su generalidad nada aportaban para comprender la complejidad que había adquirido la economía capitalista (creciente intervención del Estado en la economía, sociedad de consumo, expansión del sector de servicios, cambios tecnológicos y en la organización del trabajo, neocolonialismo e intercambio desigual, etc) ni la concreción de sus leyes del desarrollo (baja tendencial de la tasa de beneficio, crecimiento de la composición orgánica del capital, etc). Los conceptos fundamentales del marxismo se esclerotizaron, y solamente servían para demostrar el fin inevitable del capitalismo, nuevamente, por un lado, para satisfacción de la izquierda y, por otro, para distan ciar el pensamiento de las tareas de la lucha de clases. Los enormes avances que se estaban produciendo en las ciencias sociales, particularmente en la teoría económica, se consideraban burgueses y como tales se despreciaban. Solamente se salvaron de esta tendencia aquellos autores que habían venido de la economía convencional (Sweezzy, Baran, la New Left, los provenientes de la escuela de Cambridge, etc) pero, por parte de los partidos comunistas, siempre fueron mirados con cierta sospecha. Igual suerte corrieron los avances que se estaban produciendo en la sociología, en la política o en el resto de las ciencias sociales. Este marxismo era impermeable a la realidad social que no fuera la visión de los partidos comunistas occidentales, adaptados a la versión esclerótica del estalinismo.
La economía marxista ocupó siempre un papel subordinado en esta concepción del marxismo. La teoría del valor y la explotación se convirtieron en dogmas de vigencia universal, pero en su generalidad nada aportaban para comprender la complejidad que había adquirido la economía capitalista (creciente intervención del Estado en la economía, sociedad de consumo, expansión del sector de servicios, cambios tecnológicos y en la organización del trabajo, neocolonialismo e intercambio desigual, etc) ni la concreción de sus leyes del desarrollo (baja tendencial de la tasa de beneficio, crecimiento de la composición orgánica del capital, etc). Los conceptos fundamentales del marxismo se esclerotizaron, y solamente servían para demostrar el fin inevitable del capitalismo, nuevamente, por un lado, para satisfacción de la izquierda y, por otro, para distan ciar el pensamiento de las tareas de la lucha de clases. Los enormes avances que se estaban produciendo en las ciencias sociales, particularmente en la teoría económica, se consideraban burgueses y como tales se despreciaban. Solamente se salvaron de esta tendencia aquellos autores que habían venido de la economía convencional (Sweezzy, Baran, la New Left, los provenientes de la escuela de Cambridge, etc) pero, por parte de los partidos comunistas, siempre fueron mirados con cierta sospecha. Igual suerte corrieron los avances que se estaban produciendo en la sociología, en la política o en el resto de las ciencias sociales. Este marxismo era impermeable a la realidad social que no fuera la visión de los partidos comunistas occidentales, adaptados a la versión esclerótica del estalinismo.
Con estos mimbres era muy difícil comprender las características que había adquirido el capitalismo en la segunda mitad del siglo XX y mucho menos combatirle. Ernest Mandel le dio un giro a esta situación. En 1962, fecha de publicación de la primera edición francesa del Tratado de economía marxista, retomó la economía política marxista clásica, desaparecida de la literatura durante décadas, la enriqueció con las aportaciones posteriores, tanto del campo del marxismo como de fuera de él, la aplicó al capitalismo que tenía delante y extrajo enseñanzas políticas de ello. Por el Tratado solamente, Mandel puede ser considera do como un teórico clásico del marxismo, que entronca directamente con los fundadores Marx y Engel, aunque la importancia de esta obra no fue sólo teórica, pues el Tratado conoció ediciones en muy diferentes idiomas y se convirtió en el libro de cabecera de luchadores marxistas en muchos rincones del Planeta. Pero es a partir de El capitalismo tardío, cuya primer edición alemana apareció en 1972, y de los múltiples artículos y libros que le siguieron, cuando Mandel desarrrolla plenamente y moderniza la economía política marxista y, con ella, realiza un análisis profundo del capitalismo posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Su marxismo abierto le permitió incorporar no sólo todo el arsenal teórico de la economía marxista que estuvo a su alcance, sino también lo que podía ser utilizable del desarrollo que ha tenido la economía convencional. En las páginas del Tratado de Economía Marxista, de El Capitalismo Tardío y de muchos de sus artículos y libros, puede encontrarse la exposición exhaustiva de una buena parte de los debates que han recorrido a la economía académica durante las últimas décadas, su posición ante los mismos y lo que el marxismo podía obtener de positivo de ellos. En este sentido, muchos de los profesores de teoría económica de las universidades occidentales se sorprenden del vigor, riqueza y profundidad con que aborda muchos de los problemas que les ocupan cuando se asoman a su obra, y lo mismo ocurre cuando el tema del debate es la validez de la teoría económica marxista. Las introducciones a la edición de El Capital de Pengüin muestran que no hubo discusión alguna sobre la economía marxista, dentro o fuera de la familia (ricardianos, sraffianos, keynesianos, etc) que le fuera ajena. En particular, son esclarecedoras sus posiciones sobre la teoría del valor en el debate con los ricardianos. Sorprende la forma como integró los mayores avances de la economía convencional en la economía marxista para demostrar la validez de esta última y, al mismo tiempo, utilizar dichos avances para desarrollar la. Y la teoría siempre estuvo vinculada a la práctica de la lucha de clases en la que, como dirigente de la IV Internacional, no dejó nunca de estar presente. Con la teoría del capitalismo tardío, no trató tanto de realizar un ejercicio académico como de comprender y desentrañar el sistema para mejor combatirlo. Su internacionalismo le llevó a no limitarse al horizonte de un sólo país y una sola cultura, implicándose en la lucha política de muchos de ellos, pagan do un precio personal elevado, pero las ganancias para el marxismo fueron enormes: vinculó los análisis y la teoría a las vicisitudes de la lucha de clases, recuperó el papel de la economía política dentro del materialismo histórico y contribuyó decisiva mente al conocimiento del capitalismo de la segunda mitad del siglo XX.
Sin duda, en la obra de Mandel, con la perspectiva actual, pueden encontrarse algunas carencias, en el sentido de que en la síntesis que realizó no llevó hasta las últimas consecuencias la integración de algunos fenómenos sociales. Esto es particular mente cierto en lo que se refiere al análisis detallado de los factores subjetivos que pueden afectar a la fuerza, organización y combatividad de la clase obrera, tema en el que siempre tuvo una posición excesivamente optimista, al feminismo, que trató muy insuficiente mente, y al ecologismo, respecto al que no pasó de las contradicciones más generales entre capitalismo y biosfera. Pero ello no puede ser una crítica, sino más bien un reconocimiento del ingente trabajo teórico que emprendió, de la complejidad que ha adquirido el sistema social actual y de las tareas que le quedan por desarrollar al marxismo. Lo importante es que su método, el marxismo abierto, permite como ningún otro el análisis y la comprensión del capitalismo en la actualidad, tarea a la que tendremos que dedicar la suficiente atención todos aquellos que nos reclamamos del pensamiento.
Sin duda, en la obra de Mandel, con la perspectiva actual, pueden encontrarse algunas carencias, en el sentido de que en la síntesis que realizó no llevó hasta las últimas consecuencias la integración de algunos fenómenos sociales. Esto es particular mente cierto en lo que se refiere al análisis detallado de los factores subjetivos que pueden afectar a la fuerza, organización y combatividad de la clase obrera, tema en el que siempre tuvo una posición excesivamente optimista, al feminismo, que trató muy insuficiente mente, y al ecologismo, respecto al que no pasó de las contradicciones más generales entre capitalismo y biosfera. Pero ello no puede ser una crítica, sino más bien un reconocimiento del ingente trabajo teórico que emprendió, de la complejidad que ha adquirido el sistema social actual y de las tareas que le quedan por desarrollar al marxismo. Lo importante es que su método, el marxismo abierto, permite como ningún otro el análisis y la comprensión del capitalismo en la actualidad, tarea a la que tendremos que dedicar la suficiente atención todos aquellos que nos reclamamos del pensamiento.
La economía política, eje central del análisis
La comprensión del capitalismo exigía un cambio radical en los enfoques y objetivos del marxismo hegemónico en su época. Promoverlo con éxito y en profundidad es, sin duda, una de las principales aportaciones de Mandel.
La economía política desempeña un papel fundamental en el marxismo. En un principio, Marx abordó el análisis del capitalismo utilizando todos los elementos de su formación intelectual de que disponía, en los que la filosofía alemana y la política francesa ocupaban un lugar central y hegemónico. Pero este arsenal no era suficiente para comprender un sistema económico, en el que son cruciales el mercado, la formación de los precios, la distribución del producto entre trabajadores, burguesía y propietarios de la tierra, la evolución económica de la sociedad, etc, esto es, problemas difícilmente abordables utilizando sólo la filosofía o la política. Después de los Manuscritos de París, de 1844, Marx compren dio el enorme potencial que tenía la economía política inglesa para analizar todos estos fenómenos.
El primer producto de la incorporación de la economía política al análisis del capitalismo fueron los manuscritos elaborados entre 1857 y 1858, publicados en 1939 por el Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú con el nombre de Grundisse der Kritik der politischen Ökonomie. A los Grundisse, que pueden ser considerados como un primer borrador de El Capital, le sucedieron una serie de manuscritos en los que Marx fué analizando los hechos económicos y construyendo su explicación del capitalismo: los de 1861-1863, de los que Kautsky extrajo las Teorías de la plusvalía; los de 1864-1865, que contienen los temas que aparecen en el Libro III de El Capital, y los de 1865-1870, de los que Engels extrajo el material para el Libro II de El Capital. Finalmente, en 1966-67, se publicó el Libro I de El Capital.
Así pues, a partir de la década de 1850, Marx concentró su trabajo en la economía política. En sus manos adquirió una dimensión totalmente distinta a la que había tenido en los economistas clásicos y, a partir de entonces, pasó a ser el elemento fundamental de su análisis del capitalismo. Es en torno al eje conductor del funcionamiento económico del capitalismo en donde se produce la integración de la filosofía alemana y la política francesa. Se podría decir que los Grundisse y, sobre todo, El Capital suponen una cierta ruptura con la obra anterior de Marx, en la que solo se había producido una integración entre filosofía y política. Lo que hace que el Libro I de El Capital sea el escrito revoluciona rio más importante de todos los tiempos no reside en discursos filosóficos o en proclamas políticas, sino en la forma como desvela el funcionamiento de la economía capitalista, como se produce la explotación de los trabajadores, cuáles son sus contradicciones internas y como no es posible acabar con la injusticia social dentro del sistema.
Sin embargo, en la historia reciente del marxismo, la economía política no siempre ha desempeñado el papel que le corresponde. Perry Anderson sostiene que los cambios en la lucha de clases explican el desplazamiento del marxismo desde la economía política hasta la filosofía. Como con secuencia de las derrotas del movimiento obrero después de la revolución rusa (aplastamiento de los levantamientos en Europa Central entre 1918 y 1922, derrotas en España y Francia en la década de 1930, incapacidad para que la lucha contra el fascismo durante la Segunda Guerra mundial se transformara en una hegemonía política duradera), el desarrollo del marxismo se desplazó desde los sindicatos y los partidos políticos a las universidades, hasta el punto de que, a partir de la Segunda Guerra Mundial, apenas ha habido teóricos marxistas que no hayan contado con un puesto en la academia, mientras que han sido muy pocos los que han estado comprometidos directamente en la lucha política . Esta separación del marxismo y la lucha de clases se habría reflejado en un cambio de enfoque. Mientras que en Marx la economía política era la espina dorsal en el que se insertaba la filosofía, la sociología y la política, en el marxismo posterior a la década de 1930, ha sido la filosofía la que ha desempeñado un papel preeminente.
La parálisis del marxismo provocada por la degeneración estalinista también explica la pérdida de centralidad de la economía política. En un contexto en el que el marxismo soviético era hegemónico, muchos autores quisieron desmarcarse de la doctrina oficial de los partidos comunistas y buscaron una versión más sutil del marxismo en los escritos del joven Marx, lo que les llevó a centrarse en los problemas de método. La teoría del valor y de la explotación, las leyes del desarrollo del capitalismo y los conceptos fundamenta les de la economía marxista se fueron convirtiendo en dogmas que se tomaban tal cual habían sido formulados por Marx, sin ninguna posibilidad de incorporar avances teóricos nuevos, cuando no se despreciaban por inútiles. El punto de partida del análisis del capitalismo ya no era la producción material a la que están condicionadas la distribución y la demanda, sino problemas como el sujeto, la estructura económica, la relación con la superestructura, la formación de la conciencia de clase, etc. Esto es, la economía política de Marx se quedó esclerotizada y su lugar fue ocupado por un desarrollo filosófico que, si bien enriqueció el árbol frondoso del marxismo y supuso un avance considerable en algunos de sus aspectos fundamenta les, no entraba en la quinta esencia del sistema que se trataba de combatir. Ejemplos de ello son el marxismo existencialista de Sartre, el marxismo estructuralista de Althusser y otra tanto podría decirse de los trabajos de Adorno, Mar cuse, Habermas y Bloch. Por ejemplo. En general, el pensamiento marxista se plasmó en libros que, en correspondencia con los puestos que los autores ocupaban en la academia, respondían más a las necesidades de un número reducido de individuos ligados a los ambientes intelectuales que a los requerimientos de la lucha de clases.
Esta situación comenzó a romperse con el Tratado de economía marxista de Mandel, publicado en 1962, pero la restauración definitiva del papel de la economía política en el marxismo no ocurrió hasta que, bien avanzada la década de 1960, se recuperaron los Grundisse.
Los Grundisse se publicaron por primera vez en 1939, pero el mundo occidental no pudo conocerlos hasta que no se realizó una reimpresión en Berlín en 1953 y, de esta forma, una de las piezas fundamenta les para profundizar en la economía política desarrollada por Marx en El Capital no estuvo disponible hasta casi un siglo después de ser escrita. Sin embargo, en un periodo en el que el marxismo soviético era hegemónico y en el que la filosofía se había convertido en el eje vertebral del marxismo, como ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial, todavía deberían pasar algunos años desde su publicación para que comenzaran a tener influencia en el marxismo.
Esto no ocurrió hasta 1968, con la aparición de la primera edición en alemán del libro póstumo de Roman Rosdolsky (1898-1967). Rodolsky, que no era economista sino historiador, se propuso reconstruir el pensamiento económico maduro de Marx, a partir de un extenso análisis de los Grundisse y su relación con El Capital para sentar las bases de un desarrollo posterior de la economía marxista que permitiera un análisis profundo del capitalismo de la postguerra mundial. Cuatro años más tarde, en 1972, se publica la primera edición alemana de El capitalismo tardío de Mandel quien, utilizando todo el cuerpo teórico que había desarrollado Rodolsky y los avances que se habían producido en la economía marxista y la economía convencional, realiza el análisis más profundo del capitalismo contemporáneo que se conoce. Es necesario señalar que en la edición inglesa, aparecida en 1975, se puede encontrar tan tempranamente un análisis de la crisis económica en el contexto de la onda larga del capitalismo tardío que, en lo sustancial, sigue siendo correcta ¡a pesar de que El capitalismo tardío está escrito antes de la recesión de 1975!
Así pues, El capitalismo tardío ha desempeñado un papel fundamental en la recuperación de la economía política marxista. Pero no hay duda de que incluso hoy, un cuarto de siglo después de iniciada la crisis económica, por lo que respecta al marxismo, la filosofía sigue ocupando una posición preeminente respecto a la economía y la política. Si se exceptúan las publicaciones de Mandel y de sus seguidores o de los autores que se podrían incluir en ese «cajón de sastre» genérico que se denomina «escuela de la regulación», el volumen de literatura que aborda el desarrollo del marxismo desde el ángulo filosófico es abrumador.
El análisis concreto de la situación concreta
Marx utilizó la economía política no para construir un edificio teórico, sino para comprender el sistema que tenía delante y buscar así los medios para combatirlo. Para él, el capitalismo no era un sistema abstracto, sino una forma social concreta, con diferencias entre unos países y otros, cuyas leyes de evolución era preciso desentrañar a lo largo del tiempo. El objetivo del sistema, la producción generaliza de mercancías para la venta, sería el mismo por mucho que el sistema evolucionara, la ley del valor o las leyes del desarrollo capitalista también serían las mismas en sustancia mientras el sistema perviviera, pero la forma que adquirirían en cada momento del tiempo habrían de ser sin duda diferentes en la medida en la que el modo de producción capitalista cambiara. Comprender el sistema y combatir lo exigía no separar el análisis teórico y los datos empíricos, esto es, exigía integrar teoría e historia. Cuan do se lee El Capital hoy se tiene la sensación de que el sistema que se analiza en él se corresponde más con el capitalismo de finales del siglo XX que con el de la época en la que le escribió, y en este sentido el marxismo no es un conocimiento del siglo XIX, pero esto solo muestra la potencia de su análisis y el carácter premonitorio que tiene El Capital. Lo importante es que Marx concebía al capitalismo como un sistema en evolución y que, por consiguiente, la teoría no podía quedarse parada, sino que era necesario que en cada momento del tiempo se adaptara a la forma concreta que iba adquiriendo el sistema. Esto es, para Marx, teoría e historia eran inseparables.
Sin embargo, la integración entre el análisis teórico y los datos empíricos no se ha producido después de Marx más que en contadas ocasiones y esto ha impedido una correcta comprensión de las sucesivas etapas por las que ha atravesado el modo de producción capitalista. En parte, ello se ha debido a la parálisis temporal de la teoría que provocaron el marxismo soviético y el desplaza miento de la economía a la filosofía. Pero la economía política marxista también tiene su cuota de responsabilidad, pues se ha desarrollado según con una lógica interna que le ha impedido formular las teorías adecuadas que le sirvieran para explicar los fenómenos concretos. En el capítulo primero de El capitalismo tardío y en las introducciones a la edición de los tres libros de El Capital de Penguin Books, Mandel señala cuales han sido los aspectos específicos de esa lógica interna de la economía política marxista que, a su juicio, han sido fundamenta les para que la economía marxista fuera incapaz de integrar correctamente teoría e historia. Los más significativos han sido los siguientes.
Por un lado, la utilización abusiva de los esquemas de reproducción para explicar las leyes del movimiento del capital. La función de los esquemas de reproducción es probar que el modo capitalista de producción puede existir. Muestran como un sistema basado en la anarquía del mercado puede funcionar normalmente, como se producen los equilibrios periódicos, etc. Pero ni siquiera las crisis pueden explicarse solamente por la desproporcionalidad del valor entre las diferentes ramas de la producción, mucho menos pueden inferirse las leyes del desarrollo del capitalismo de los esquemas de reproducción. Este error ha dominado gran parte de la literatura marxista desde los primeros momentos. En él cayeron de una u otra forma Rudolf Hilferding, Rosa Luxemburgo o Nicolai Bujarín, por ejemplo. Es un error característico del marxismo soviético. Y los esquemas de reproducción fueron profusamente utilizados en el marxismo occidental para determinar las leyes del capital, fundamentalmente por parte de todos aquellos autores que provenían de las filas del keynesianismo. En suma, durante mucho tiempo, el Libro II de El Capital opacó completa mente a los Libros I y III.
Por otro, el análisis mono causal del desarrollo del modo de producción capitalista. En demasiadas ocasiones, la dinámica del capitalismo se ha deducido fundamentalmente de una sola variable, de modo que todas las demás leyes de Marx serían función de esa única variable. Esa única causa que movía todas las leyes del desarrollo capitalista ha sido diferente según los autores (por ejemplo, la supe acumulación es el motor fundamental de la dinámica capitalista en Henryk Grossman, la dificultad de realizar la plusvalía lo es en Rosa Luxemburgo o en Paul Sweezy, la competencia en Rudolf Hilferding, etc) pero no hay duda de que, al contrario de lo que pensaba Marx, la economía marxista ha practicado un reduccionismo excesivo, producto quizá de la influencia del método de análisis cartesiano de la teoría económica convencional. Incluso hoy, es corriente reducir el análisis mandelista del capitalismo tardío a las ondas largas, que estarían determina das por una sola variable, la tasa de beneficio. Mandel no se cansó de repetir que el capitalismo tardío era un fenómeno complejo que no se podía reducir a las ondas largas, que estas eran fenómenos históricos concretos y, como tales, también complejos, que la tasa de beneficio no era más que un indicador que resumía otros muchos fenómenos, etc. Volveremos más adelante a este punto.
Así pues, la economía marxista ha sido incapaz de formular teorías más complejas adecuadas a la realidad que tenía delante porque ha comprendido mal las leyes de desarrollo del capital y ha dedicado todos sus esfuerzos a una búsqueda inútil de una respuesta universal que explicara todo el curso de la historia. Romper con esta situación exigía un cambio de enfoque radical y esto es lo que hizo Mandel. El sistema objeto del análisis no es un capitalismo abstracto, sino la forma concreta que ha adquirido el sistema después de la Segunda Guerra Mundial. La naturaleza del capitalismo era la misma que la que había descrito Marx, pero se habían producido transformaciones profundas: la correlación de fuerzas entre las clases se había alterado como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y el fascismo previo; una nueva revolución tecnológica, la tercera en la historia del capitalismo, había incorporado procesos productivos y productos nuevos y, con ella, la organización del trabajo también había cambiado; el estado liberal mínimo había dado paso a un estado mixto que inter venía creciente mente en la economía; la economía mundial se había reestructurado (caída de los precios de las materias primas, cambio de estructura del capital monopolista, cambios en el intercambio desigual, acentuación de las diferencias en las tasas de plusvalía entre centro y periferia, etc) y el sistema monetario internacional estaba basado en tipos de cambio fijos y en la hegemónica de una potencia, Estados Unidos, que lo hacía posible; la ideología dominante había cambiado de modo que el liberalismo y las ideas de la escuela neoclásica habían dado paso al keynesianismo, y el pleno empleo, el crecimiento de los salarios, el volumen de mercancías puestas a disposición de los trabajadores y el estado del bienestar le daban al sistema una cierta legitimidad que antes no tenía.
En su análisis del capitalismo tardío, la economía política vuelve a ser el eje vertebral en torno al cual se integran la política y la filosofía. Los esquemas de reproducción desempeñan el papel que les debe corresponder, esto es, mostrar cómo funciona el sistema capitalista, en el que los gastos armamentistas están adquiriendo una importancia creciente, y como se producen los equilibrios periódicos. El desarrollo del modo de producción capitalista no es el resultado de la evolución de una sola variable, sino de la interacción de muchas: la evolución de la composición orgánica del capital y su distribución sectorial, la evolución de la distribución del capital constante entre capital fijo y circulante, el desarrollo de las tasas de explotación y acumulación, el ciclo de rotación del capital, las relaciones de intercambio entre los sectores I y II, etc. La lucha de clases desempeña un papel clave a través de sus efectos sobre la tasa de explotación y la tasa de beneficio. No se produce una nivelación efectiva de las tasas de beneficio, lo que es decisivo no solamente para algunos debates teóricos, como el relativo a la transformación de los valores en precios de producción, sino también para comprender algunos aspectos fundamentales del sistema, como el cambio en la estructura del capital monopolista, la acentuación de las diferencias entre el centro y la periferia, etc.
Sin embargo, la integración entre el análisis teórico y los datos empíricos no se ha producido después de Marx más que en contadas ocasiones y esto ha impedido una correcta comprensión de las sucesivas etapas por las que ha atravesado el modo de producción capitalista. En parte, ello se ha debido a la parálisis temporal de la teoría que provocaron el marxismo soviético y el desplaza miento de la economía a la filosofía. Pero la economía política marxista también tiene su cuota de responsabilidad, pues se ha desarrollado según con una lógica interna que le ha impedido formular las teorías adecuadas que le sirvieran para explicar los fenómenos concretos. En el capítulo primero de El capitalismo tardío y en las introducciones a la edición de los tres libros de El Capital de Penguin Books, Mandel señala cuales han sido los aspectos específicos de esa lógica interna de la economía política marxista que, a su juicio, han sido fundamenta les para que la economía marxista fuera incapaz de integrar correctamente teoría e historia. Los más significativos han sido los siguientes.
Por un lado, la utilización abusiva de los esquemas de reproducción para explicar las leyes del movimiento del capital. La función de los esquemas de reproducción es probar que el modo capitalista de producción puede existir. Muestran como un sistema basado en la anarquía del mercado puede funcionar normalmente, como se producen los equilibrios periódicos, etc. Pero ni siquiera las crisis pueden explicarse solamente por la desproporcionalidad del valor entre las diferentes ramas de la producción, mucho menos pueden inferirse las leyes del desarrollo del capitalismo de los esquemas de reproducción. Este error ha dominado gran parte de la literatura marxista desde los primeros momentos. En él cayeron de una u otra forma Rudolf Hilferding, Rosa Luxemburgo o Nicolai Bujarín, por ejemplo. Es un error característico del marxismo soviético. Y los esquemas de reproducción fueron profusamente utilizados en el marxismo occidental para determinar las leyes del capital, fundamentalmente por parte de todos aquellos autores que provenían de las filas del keynesianismo. En suma, durante mucho tiempo, el Libro II de El Capital opacó completa mente a los Libros I y III.
Por otro, el análisis mono causal del desarrollo del modo de producción capitalista. En demasiadas ocasiones, la dinámica del capitalismo se ha deducido fundamentalmente de una sola variable, de modo que todas las demás leyes de Marx serían función de esa única variable. Esa única causa que movía todas las leyes del desarrollo capitalista ha sido diferente según los autores (por ejemplo, la supe acumulación es el motor fundamental de la dinámica capitalista en Henryk Grossman, la dificultad de realizar la plusvalía lo es en Rosa Luxemburgo o en Paul Sweezy, la competencia en Rudolf Hilferding, etc) pero no hay duda de que, al contrario de lo que pensaba Marx, la economía marxista ha practicado un reduccionismo excesivo, producto quizá de la influencia del método de análisis cartesiano de la teoría económica convencional. Incluso hoy, es corriente reducir el análisis mandelista del capitalismo tardío a las ondas largas, que estarían determina das por una sola variable, la tasa de beneficio. Mandel no se cansó de repetir que el capitalismo tardío era un fenómeno complejo que no se podía reducir a las ondas largas, que estas eran fenómenos históricos concretos y, como tales, también complejos, que la tasa de beneficio no era más que un indicador que resumía otros muchos fenómenos, etc. Volveremos más adelante a este punto.
Así pues, la economía marxista ha sido incapaz de formular teorías más complejas adecuadas a la realidad que tenía delante porque ha comprendido mal las leyes de desarrollo del capital y ha dedicado todos sus esfuerzos a una búsqueda inútil de una respuesta universal que explicara todo el curso de la historia. Romper con esta situación exigía un cambio de enfoque radical y esto es lo que hizo Mandel. El sistema objeto del análisis no es un capitalismo abstracto, sino la forma concreta que ha adquirido el sistema después de la Segunda Guerra Mundial. La naturaleza del capitalismo era la misma que la que había descrito Marx, pero se habían producido transformaciones profundas: la correlación de fuerzas entre las clases se había alterado como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y el fascismo previo; una nueva revolución tecnológica, la tercera en la historia del capitalismo, había incorporado procesos productivos y productos nuevos y, con ella, la organización del trabajo también había cambiado; el estado liberal mínimo había dado paso a un estado mixto que inter venía creciente mente en la economía; la economía mundial se había reestructurado (caída de los precios de las materias primas, cambio de estructura del capital monopolista, cambios en el intercambio desigual, acentuación de las diferencias en las tasas de plusvalía entre centro y periferia, etc) y el sistema monetario internacional estaba basado en tipos de cambio fijos y en la hegemónica de una potencia, Estados Unidos, que lo hacía posible; la ideología dominante había cambiado de modo que el liberalismo y las ideas de la escuela neoclásica habían dado paso al keynesianismo, y el pleno empleo, el crecimiento de los salarios, el volumen de mercancías puestas a disposición de los trabajadores y el estado del bienestar le daban al sistema una cierta legitimidad que antes no tenía.
En su análisis del capitalismo tardío, la economía política vuelve a ser el eje vertebral en torno al cual se integran la política y la filosofía. Los esquemas de reproducción desempeñan el papel que les debe corresponder, esto es, mostrar cómo funciona el sistema capitalista, en el que los gastos armamentistas están adquiriendo una importancia creciente, y como se producen los equilibrios periódicos. El desarrollo del modo de producción capitalista no es el resultado de la evolución de una sola variable, sino de la interacción de muchas: la evolución de la composición orgánica del capital y su distribución sectorial, la evolución de la distribución del capital constante entre capital fijo y circulante, el desarrollo de las tasas de explotación y acumulación, el ciclo de rotación del capital, las relaciones de intercambio entre los sectores I y II, etc. La lucha de clases desempeña un papel clave a través de sus efectos sobre la tasa de explotación y la tasa de beneficio. No se produce una nivelación efectiva de las tasas de beneficio, lo que es decisivo no solamente para algunos debates teóricos, como el relativo a la transformación de los valores en precios de producción, sino también para comprender algunos aspectos fundamentales del sistema, como el cambio en la estructura del capital monopolista, la acentuación de las diferencias entre el centro y la periferia, etc.
el analisis desde el punto e vista de la economia politica es una gran contribucion de Mrx ya que como el señala en el capital que ni las relaciones juridicas, ni el espiritu e alma explian las condiciones humanas
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